Durante doce días, un grupo de exalumnos nos hemos acercado a la realidad de las personas que viven en el albergue de Claret Enea
2020 no ha sido un año fácil para ninguno de nosotros. Las clases online, el agobio de no poder salir de casa, el frecuente lavado de manos y las mascarillas no nos han dado un fin de curso como esperábamos. Pero aún peor lo han vivido las personas sin hogar que hemos podido conocer gracias a este campo de trabajo en Claret Enea. Durante doce días, nos hemos acercado a la realidad de personas que, aunque por desgracia sean muchas, a menudo tratamos solo como cifras. Ante esta situación, los once jóvenes que hemos participado, de los grupos KS1, KS2 y KS3 de Sendotza, hemos querido aportar nuestro tiempo y nuestras ganas en el proyecto social de los misioneros claretianos en el barrio San Francisco de Bilbao.
Por las mañanas, empleábamos el tiempo en colaborar en las clases de castellano, jugar con los niños de las familias que se alojan allí o simplemente prestar oído a esas personas de las que, a menudo, apartamos la mirada. Por las tardes, escuchábamos el testimonio de personas de todo tipo de sectores: desde la propia trabajadora social del centro, unos jóvenes marroquíes de nuestra edad que ahora viven aquí o un misionero; hasta un experto en economía social y solidaria o una religiosa cuya congregación trabaja con mujeres víctimas de explotación sexual.
Sin ninguna duda, estas casi-doce semanas han sido mucho más que un entretenimiento puntual de verano. Cuando Jesús dice: “Porque pobres siempre tendréis con vosotros”, quiere decir: “Yo siempre estaré con vosotros en los pobres. Estaré presente ahí”. En palabras del Papa Francisco: “Esto no es ser comunista, es el centro del Evangelio”. Para buscar a Jesús, no podemos apartar la mirada; tenemos que acercarnos a los pobres y ponerles cara, preguntar por su nombre y conocer sus ambiciones. Porque en lo profundo, no hay nada que no sea sorprendente.