En los límites de los tiempos y del espacio, del mundo y de cada uno, marcados todavía por la Pandemia que nos rodea y voltea caprichosamente sus ritmos, la Vida y el Amor perennes de Dios no dejan de acompañar el caminar de la humanidad, y en el estallido de la Pascua recordarnos, y renovarnos para todos, que son Amor y Vida desde siempre y para siempre.
Dios y Padre de Amor, en vínculo de Amor con toda la historia de la humanidad, que engendrado en Amor has habitado entre nosotros en el Hijo, que en Amor y por Amor se entregó en anuncio y proclamación de la Buena Nueva hacia todos y hasta el extremo, entregando su vida en una muerte de cruz por toda la humanidad, para que tenga Vida; ¡y que, Resucitado! continúa amando y nos invita a todos al mandamiento del Amor, a amar como Él, en la guarda y fuerza del don de su Espíritu.
Dios y Padre nuestro, amistad siempre de proximidad y “kilómetro cero” para los que te conocen y creen en ti, así como paciente y respetuoso con todos y cada uno de tus hijos e hijas, en su camino, proceso y libertad, sin dejar de velar por todos; ayúdanos, experimentado tu Amor, a vivir siempre esta vuestra cercanía y haznos capaces de descubrirte y descifrarte en los rostros, palabras, gestos y acontecimientos que nos rodean y que no nos falte la mirada del corazón para la fraternidad.
Ricard Costa-Jussà