Josep Roca Alsina (Gironella, 19 de junio de 1953) hizo la primera profesión el 20 de agosto de 1972, hace 50 años. Está de celebración. Misionero claretiano, hizo la profesión perpetua el 8 de diciembre de 1977 y la ordenación presbiteral el 30 de septiembre de 1979. Roca ha estado durante muchos años en la misión claretiana de Guajará-Mirim, en Brasil. Actualmente reside en la comunidad de los misioneros claretianos de Gràcia de Barcelona, donde es el responsable de la comunidad asistencial. También es el presidente de la ONG de los misioneros claretianos de Catalunya, Enllaç Solidari.
¿Por qué se hizo claretiano?
Entré en el seminario siendo muy pequeño, con 10 años. Era algo normal en los años 60. En ese momento tenía alguna idea de quién era el padre Claret y sabía que yo quería ser misionero. Eso fue madurando durante los años de formación con momentos más claros y otros más dudosos.
¿Alguno más destacable?
Pienso en algunos hitos algo más significativos como la decisión de ir al noviciado una vez terminado el bachillerato y el curso introductorio en la universidad; el momento de realizar la primera profesión o la decisión de hacer la profesión para siempre. En este camino, creo que me influyó la lectura del evangelio, las visitas que recibíamos de claretianos que trabajaban esparcidos en varias partes del mundo y pasaban una temporada de vacaciones aquí, o la lectura de lo que empezaba a llegar de São Félix don Araguaya. Allí el grupito de Pere Casaldàliga había comenzado el trabajo misionero en el año 68. Y, evidentemente, el acompañamiento de los responsables de formación, reflexión y oración personales.
¿Qué aspecto y palabras del padre Claret le han inspirado más en su vida?
Puedo destacar un par. La identificación de Claret con el Jesús del evangelio como misionero itinerante con el grupo de sus discípulos y su interés por hacer llegar el evangelio de Jesús a todos, con un lenguaje popular, con el testimonio de vida y –en contra de lo que ocurría en su tiempo– sin usar el recurso del miedo.
¿Cómo nació la misión claretiana en Guajará-Mirim?
El Capítulo o Asamblea de los Claretianos de Cataluña de 1983 aceptó la colaboración pedida por el obispo de Guajará-Mirim. Desde el año anterior había un grupito de tres claretianos que ya cooperaban.
¿En qué consiste la misión en Brasil?
Guajará-Mirim es un obispado con una extensión similar a Portugal, en la región occidental de la Amazonia brasileña. En ese momento el joven obispo se encontraba sin ningún cura incardinado en su obispado y con una fuerte llegada de emigrantes de otras regiones de Brasil. Por tanto, había mucho que hacer: atender a la población tradicional del lugar, acoger a los que llegaban de otras bandas de Brasil (y también de la vecina Bolivia) y ayudar a construir la Iglesia local, así como los nuevos asentamientos humanos que iban naciendo. Es lo que se sigue haciendo ahora que la responsabilidad ha pasado a los claretianos de Brasil con todos los cambios que ha habido en estos cuarenta años.
¿Qué tarea concreta llevó a cabo?
La labor de la comunidad claretiana en Guajará-Mirim fue bastante variada, tanto en el ámbito religioso como social. Lo primero que se hace es conocer el lugar y las personas. Ya contábamos con pequeñas comunidades de base. Al ser pocos, se hizo un buen trabajo de equipo con las religiosas y otros misioneros presentes en la región.
«La misión claretiana de Guajará-Mirim ha contado con jóvenes que han realizado un trabajo excelente»
¿Un trabajo de equipo?
Cabe mencionar la consolidación de las comunidades de base, la ayuda al seminario diocesano que entonces se quería empezar, la formación de nuevas parroquias cuando el crecimiento de las comunidades cristianas lo pedía. Quizás lo más importante para mí fue el trabajo de formación y acompañamiento a los numerosos catequistas. Un trabajo con mujeres y hombres que presidían las celebraciones dominicales, que preparaban y administraban el bautismo; que acompañaban a los enfermos o que coordinaban a los llamados grupos de reflexión. También hubo clases, quizás algo improvisadas, a los candidatos al sacerdocio. Y, en mi última etapa, destaco el acompañamiento durante cuatro años del primer grupo de hombres casados que recibieron el diaconado en el 2010 y que todavía hacen un magnífico trabajo en sus parroquias.
¿Y en el campo social?
La comunidad claretiana colaboró en el tema de la vivienda, llegando a crear un nuevo barrio en Guajará-Mirim. Hubo igualmente un compromiso muy importante en la creación de grupos de ayuda mutua entre los pequeños agricultores que llegó a la formación de asociaciones. También en el campo de los menores de la calle y de los adolescentes o jóvenes no escolarizados, empezando con un puesto de acogida que se fue transformando paulatinamente en un centro de formación profesional. Sin olvidar los grupos tradicionales de la región: los indios y los habitantes de la selva, en especial los seringueiros o recolectores del caucho.
¡Qué trabajo!
Todo este trabajo fue posible porque, desde 1986, aproximadamente, la misión contó con voluntarios de larga duración como jóvenes o algunas parejas que realizaron un trabajo excelente en todos estos campos.
¿Y sobre el proyecto de apadrinamientos?
Vale la pena también recordar el trabajo realizado en la llamada ‘Pastoral da Criança’, surgida en Brasil a principios de los años 80 para luchar contra la mortalidad infantil. Varias iglesias se volcaron tanto con personas como poniendo a disposición sus equipamientos. De este trabajo salió el proyecto de apadrinamiento de niños hace unos veinte años. Una pareja de cooperantes, ella enfermera y él agrónomo, nos hicieron dar cuenta de que, además de impedir la muerte prematura de muchos niños, era necesario proporcionarles una alimentación adecuada. El proyecto todavía está activo, ayudando a más de doscientas familias con niños en peligro de malnutrición.
¿Qué recuerdo guarda de los años en Brasil?
Guardo un recuerdo muy bueno. De hecho, he pasado algo más de la mitad de mi vida como claretiano. Fui yo mismo que lo pedí en 1983. El provincial de entonces me dijo que lo fuese madurando durante el curso; hablamos varias veces y fui en septiembre de 1984. Volví a pedirlo después de los seis años de servicio como prefecto de apostolado y me dijeron que era más necesario que me quedara en Europa.
También ha sido prefecto de Apostolado de Cataluña. ¿Cuál es la labor de esta figura?
Cada una de las provincias de los misioneros claretianos tiene un equipo de gobierno o coordinación, elegido en el Capítulo o Asamblea cada seis años. El equipo lo forman el superior provincial y unos cuatro consejeros o prefectos, cada uno de los cuales se encarga de una de las áreas importantes (formación, espiritualidad, apostolado, economía). Participé en el capítulo provincial de los Claretianos de Cataluña de 2010 como delegado de la comunidad de Guajará-Mirim. Vine con billete cerrado para volver a Brasil varios días después. Y resultó que tenía que quedarme por haber sido elegido prefecto de apostolado. Es un servicio en el que debes conocer, acompañar, animar y coordinar las actividades que se realizan a nivel de provincia: educación, parroquias e iglesias, pastoral juvenil, editorial y comunicación, misiones, etc. Y también acompañar la coordinación de estas actividades con las demás provincias claretianas y con toda la congregación.
¿Cómo vivió ese encargo?
Fue un cambio muy rápido que me costó un poco digerir. Me enriqueció por el hecho de poder tener contacto directo con todo el trabajo evangelizador de los claretianos de Cataluña y de los otros lugares de Europa donde existe presencia de nuestra congregación, especialmente de España y Portugal con los que había una colaboración más estrecha y frecuente. Fueron unos años, del 2010 al 2016, en los que se estaba trabajando el proyecto de nueva organización de los claretianos en Europa que, en nuestro caso, se ha materializado formando la provincia de San Pablo. Un tiempo de bastantes encuentros, de escuchar y dialogar sobre las diversas propuestas que había, hasta llegar a la nueva organización que ahora se va implementando.
«Con los ancianos trato de hacer algunas cosas que me parecen importantes para ellos: primo, estar presente»
Y hoy en día es el responsable de la comunidad…
Aquí el cambio no fue tan fuerte como en el caso anterior. Cuando fui elegido prefecto de apostolado pude volver unos meses a Brasil para “hacer la maleta” y realizar el traspaso de algunas actividades a los que continuaban en la misión. De hecho, yo todavía era miembro de esa comunidad. Durante estos meses, el padre provincial me destinó a la comunidad de Gràcia donde se encuentra la curia provincial y también la comunidad asistencial para los ancianos y enfermos. Por tanto, desde 2010 ya he vivido en contacto con ella.
¿Y qué trabajo hace con ellos?
Con los ancianos trato de hacer algunas cosas que me parecen importantes para ellos: primero, estar presente. En los dos años de pandemia he sido prácticamente el único claretiano que les he podido ver y acompañar a diario. También el interés personal para cada uno de ellos, según la situación en la que se encuentren. Tiene importancia la salud, las consultas médicas, la presencia cuando están hospitalizados, la relación con sus familiares. Y el acompañamiento en el tramo final de la vida que, siempre que es posible, procuramos que pueda estar en la misma comunidad; informando al resto de la comunidad de la situación del enfermo y facilitando que todos nos podamos despedir adecuadamente de quien ha fallecido, tanto a nivel de la comunidad, como de los familiares y claretianos de Cataluña. En el día a día también es importante mantener un ritmo de vida con ratos de oración y celebración, posibilidad de recreo y ocupar el tiempo, acompañarlos a pasear o, cuando no se puede salir de casa, a hacer la partidita de dominó. De hecho, toda la provincia claretiana está implicada porque contamos con un muy buen equipo de cuidadoras, bajo la responsabilidad de una enfermera. El tiempo de pandemia nos ha llevado horas bastante difíciles y complicadas de gestionar, que vamos superando paulatinamente.
«Lo más importante creo que es todo lo que se hace para fomentar la solidaridad y despertar el espíritu misionero a través de las instituciones»
Como presidente de Enllaç Solidari, ¿qué momento vive la ONG de los misioneros claretianos en Cataluña?
Esta ONG nació como fruto del interés por el trabajo misionero de personas que habían visitado la misión de Guajará-Mirim o habían realizado algún voluntariado. Primero fue un grupo de Amigos de la Misión de Guajará-Mirim, hasta que se convirtió en ONG. Para los que estábamos en Brasil fue una excelente colaboración porque se promovió el voluntariado de larga duración de bastantes jóvenes, campos de trabajo y ayudas para poder poner en marcha un grupo de proyectos sociales. Con los años, Enllaç se ha abierto a otras actividades, colaborando tanto en emergencias como terremotos, tsunamis e inundaciones como acogiendo demandas de América del Sur, Asia o África. También trabajando en conexión con las ONG vinculadas a los claretianos de todo el mundo.
¿Con qué proyectos trabaja actualmente la ONG?
Tenemos uno permanente: el apadrinamiento de niños en peligro de malnutrición en Brasil, en la región de la misión de Guajará-Mirim donde hay presencia de claretianos, tres catalanes y tres brasileños, ahora bajo la responsabilidad de la provincia de Brasil. Ahora hay unos 220 niños apadrinados, gracias a la fidelidad de los padrinos de aquí y al acompañamiento muy cercano a cada una de las familias en Brasil. Y cada curso colaboramos tratando de financiar algún proyecto realizado por Claretians en algún lugar del mundo donde sea necesaria ayuda. Lo más importante creo que es todo lo que se hace para fomentar la solidaridad y despertar el espíritu misionero a través de las instituciones y medios de comunicación vinculados a los claretianos. También con la colaboración de antiguos voluntarios y otras personas comprometidas.
¿Qué pueden aprender los jóvenes de hoy del Padre Claret?
Quizás el apasionamiento de Claret por Jesús. Éste fue el motor interior de toda la vida y actividad de Claret. Las formas van cambiando y adaptándose a cada época, a cada cultura y en cada lugar donde se vive. El espíritu de Jesús que encontramos en el evangelio es el que va indicando el camino a realizar.
¿Le gustaría destacar alguna otra cosa?
Agradeceros por la entrevista. Me ha ayudado a ver que han pasado ya cincuenta años desde el tiempo de noviciado. A dar gracias por todo lo que he recibido y estoy recibiendo. Y a pedir que pueda seguir adelante con ánimos durante los años que me queden. ¡Gracias!